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Capitulo tres

"Seré Bondadoso"

Antes sed benignos unos con otros, Misericordiosos, perdonándoos unos a otros,

como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo"

Efesios 4:32

 

Jesús fue el hombre más bondadoso que jamás vivió en este mundo. Todos se sentían atraídos hacia é y lo amaban, porque era bueno, y todos admiraban al gran maestro porque sus enseñanzas tenían sentido y su doctrina era verdadera. Se sorprendían al ver los poderes extraordinarios que poseía. ¿No resucitaba a los muertos? ¿ No expulsaba a los demonios? ¿No curaba a los enfermos? Pero, por encima de todo, lo amaban porque era bueno.

La bondad es el amor operando en la vida, es el amor que brota del corazón, es el amor en actividad. "Dios es amor" (1 Jn. 4:8). Jesús vino a este mundo para demostrar, por medio de su vida diaria, el profundo amor que Dios tiene por los hombres. Todos los actos de su vida de desprendimiento eran también actos de Dios. Cada incidente de su ministerio revelaba al padre. Dios el padre es lo mismo que Dios el Hijo.

Las palabras mas llenas de amor que alguna vez salieron de labios aquí en la tierra, fueron las que Jesús pronunció cuando estaba clavado en la cruz del Calvario. Delante del verdugo oró: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23:34). Sin ofrecer resistencia alguna, dejó que los crueles soldados lo extendieran en la cruz y perforaran sus manos extendidas y sus vacilantes pies con terribles clavos y, aún así, pidió al Padre que los perdonara porque sabía que ellos ignoraban el hecho de que estaban crucificando al mismo Hijo de Dios y que, si lo supieran, no lo harían. Amándolos, Jesús perdonó el trágico error que cometían. La misma oración que Jesús hizo por aquellos hombres, la hace también por ti y por mí. Fueron nuestros pecados los que lo clavaron en la cruz. En su misericordia, pidió al Padre que también nos perdonara. Y es este extraño amor revelado por Dios en el Calvario el que perdona nuestros pecados.

El amor de Dios está siempre unido a actos de perdón. "Las abundantes riquezas de su gracia", dice Pablo, se muestran en la "bondad para con nosotros en Cristo Jesús" (Efe. 2:7).

"Porque nosotros también" escribió el apóstol, "éramos en otro tiempo insensatos... Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia" (Tito 3: 3-5).

Amamos a Jesús porque el nos amó primero y murió y murió en nuestro lugar para salvarnos de nuestros pecados. Fue bondadoso con nosotros y nos perdonó totalmente. Jesús no tomó en consideración el hecho de que somos egoístas y mezquinos, incrédulos y temerosos, ni que tenemos pensamientos impuros, lengua amarga y espíritu cruel. Nos amó cuando éramos, todavía pecadores. "Con amor eterno te he amado", declara. Y dice acerca de sí mismo: "Yo soy Jehová, que hago misericordia" (Jer. 31:3; 9:24).

Isaías quedó tan impresionado con el amor de Dios, que exclamó: "De las misericordias de Jehová haré memoria... según la multitud de sus piedades" (Isa. 63:7).

Fue la bondad de Jesús lo que atrajo a María Magdalena, la mujer impura de la cual había expulsado los siete demonios. El Maestro la perdonó, misericordiosamente todos los pecados, y el resultado fue que María llegó a amar tanto a su gran benefactor que esto, no sólo fortaleció su corazón, sino que también la conservó fiel hasta su muerte.

La benignidad de Jesús fue lo que selló y confirmó el afecto de Pedro por su Salvador. El pescador negó tres veces a su Señor, con imprecaciones y lenguaje bajo, pero Jesús no lo reprendió. Por el contrario, ganó el corazón del pobre Pedro con una mirada de compasión y simpatía tal, que lo llevó a arrepentirse de su hipocresía y a convertirse. De allí en adelante, Pedro comenzó a fortalecer a sus hermanos con el mismo amor que Cristo le había demostrado a él.

Los ojos del Señor recorren toda la tierra y están siempre buscando el corazón de aquellos que claman por su misericordia. Él está siempre listo para derramar sobre ellos el poder salvador de su bondad.

Se habla pocas veces de la actitud de David cuando fue coronado rey de Israel, aunque es una de las más bellas historias de la Biblia. Saúl, el monarca que lo antecediera, había sido su enemigo mortal y, llevado por la envidia, había hecho todo lo posible por destruirlo. Sin embargo, David fue bondadoso con Saúl. El y Jonatán, el hijo de Saúl, eran íntimos amigos. Después de la muerte de Saúl y Jonatán en el campo de batalla, David supo que Jonatán tenía un hijo llamado Mefi-boset que era tullido.

Las noticias llegaron a David así:

Un día, Siba, el siervo de Saúl, fue llevado ante la presencia del rey. David le preguntó: "¿No ha quedado nadie de la casa de Saúl, a quien haga yo misericordia de Dios? Y Siba respondió al rey: Aún ha quedado un hijo de Jonatán, lisiado de los pies. Entonces el rey le preguntó: ¿Dónde está?" (2 Sam. 9:3,4)

Cuando lo llevaron a la casa de David, Mefi-boset. Se postró sobre su rostro e hizo reverencia. La Biblia dice que David le dijo: "Mefi-boset. Y el respondió: He aquí tu siervo. Y le dijo David: No tengas temor, porque yo a la verdad haré contigo misericordia por amor de Jonatán tu padre" (2 Sam. 9:6, 7).

Enseguida mandó que se le devolvieran todas las propiedades de Saúl, el padre de Jonatán, y que de allí en adelante comiera de la mesa del rey. Tal actitud ablandó el corazón de Mefi-boset que le respondió diciendo: "¿Quién es tu siervo, para que mires a un perro muerto como yo?" (2 Samuel 9:8).

Desde entonces, Mefi-boset pasó a ser parte de la casa de David y se sentaba a comer a su mesa. Heredó también muchas de las posesiones del rey Saúl. David lo trató bondadosamente por amor de Jonatán, y le dio así a Israel un ejemplo del amor de Dios en acción.

Dios actúa bondadosamente con nuestro mundo hoy por amor de Jesús. El ama a su hijo Jesús que murió por nosotros, y los que aceptan a Jesús como su Salvador reciben las mejores bendiciones del Padre celestial.

No fue, sin embargo, la muerte de Jesús lo que despertó en el corazón de Dios su amor por nosotros: ¡No! "El Padre mismo os ama" (Juan 16:27), dijo Jesús. Pero el Padre ama a Jesús aún mas debido al gran sacrificio que hizo por nosotros.

Ahora bien, si Dios el Padre y Dios el Hijo han sido tan buenos con nosotros, ¿no deberíamos nosotros ser, también, buenos los unos para con los otros? Mi texto favorito se encuentra en Efesios 4:32, y dice lo siguiente: "Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo".

Se cuenta la siguiente historia acerca de un comerciante y un muchaho:

"Me dijeron que usted tiene un perrito con una pierna lisiada. Me gustaría comprarlo si no es demasiado caro. Tengo un dólar y 53 centavos. Es todo lo que tengo ahorrado.

El dueño del negocio donde se vendía las mascotas miró sorprendido al muchachito, porque ese animal era el mas barato que tenía para vender pero costaba 10 dólares.

Querido – le dijo --, me imagino que quieres tener un perrito para jugar con él, y con este no vas a poder hacerlo porque no puede caminar bien.

Entonces el muchachito, levantándose una de las perneras de su pantalón, le mostró el aparato que tenía, y le dijo con mucho sentimiento:

-- Tampoco yo puedo caminar muy bien. Pienso que este perrito va a necesitar una persona que lo comprenda hasta que se acostumbre con su defecto, así como me acostumbré yo con el mío.

El muchachito no sólo recibió el perrito, sino que no tuvo que pagar nada, porque el dueño del negocio, comprendiendo que el perrito lisiado estaría en manos muy amorosas, se lo dio como regalo" (The Kingliness of Kindness, pp. 14, 15).

Hay otro incidente que lustra la importancia del espíritu de gratitud que es la abundancia de la bondad.

El doctor Guillermo Stidger mencionó cierta vez en público el nombre de una anciana profesora, la señora Wendt, quien treinta años antes se había esforzado para que lograra admirar los poemas de Tennyson. Alguien le preguntó si alguna vez se lo había dicho a ella, y él admitió que nunca lo había hecho. Entonces le escribió una hermosa carta de agradecimiento, y recibió la siguiente respuesta:

"Mi querido Guillermo:

"No tengo palabras para decirte todo lo que tu carta significó para mí. Tengo ochenta años y vivo sola en un pequeño cuarto. Yo misma cocino mis comidas, y voy resistiendo como la última gota del otoño.

"Tal vez te interese saber que enseñe durante cincuenta años y tu carta es el primer agradecimiento que recibí de alguien. Llegó a mis manos en una mañana fría y azul, y me confortó como ninguna otra cosa lo hizo durante muchos años".

Esta historia ilustra muy bien lo que dice Proverbios16;24:"Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos".

Ahora, mira a tu alrededor y advierte cuán helado es este mundo debido a la frialdad y a la incredulidad con que nos tratamos. Falta mucho espíritu cristiano. Somos bondadosos con quienes son amables con nosotros, pero somos mezquinos con quienes son mezquinos y crueles y con los que viven atribulados. Pero Jesús ama al pecador.

Hoy la gente, incluso los que dicen ser cristianos, es egoísta y se olvida de los demás. Su lema pareciera ser: "Interésate en el número uno", es decir, en ti mismo y en tu familia. Se olvidan de los números dos y tres y de los números cuatro y cinco. El límite de su responsabilidad parece ser ellos mismos y los que están más íntimamente unidos a ellos. A veces, hasta se olvidan de los mismos parientes.

Caín sin amor y sin bondad, mató a su hermano Abel. "Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra" (Gén. 4:9, 10)

Lo que Dios estaba queriendo decirle a Caín era más o menos lo siguiente: "¡Sí, Caín! ¡ Tú mismo eres el guarda de tu hermano! Tienes responsabilidades para con él. Deberías haber sido bondadoso con Abel, no importa cuáles fueran las desavenencias habidas entre ambos. Sin embargo, acabaste matándolo". Cada uno de nosotros es responsable por los hermanos y hermanas no sólo las de su propio círculo familiar, sino también las de la gran familia de seres humanos, sea en la calle donde moramos, en la ciudad en que vivimos, o en el mundo entero.

El mundo es una familia compuesta de hombres y mujeres, de niños y jóvenes. Negros y blancos, colorados y amarillos, ricos y pobres, libres y esclavos, lisiados y sanos, fuertes y débiles, feos y bonitos, simpáticos y antipáticos, todos son miembros de una misma familia con la cual Jesús se identificó cuando nació en este mundo.

No tenemos derecho a encogernos de hombros, ni de ser fríos con las personas de otras razas y de costumbres diferentes a las nuestras. Es posible que hallas sido enseñado a despreciar a algún tipo de personas, pero debemos recordar que todos son nuestros hermanos y hermanas en Cristo Jesús, y que él murió para salvarlos también a ellos. En la parábola del buen samaritano Jesús mostró que el extranjero, que fue bondadoso con la víctima de los ladrones, era un hombre de Dios; Y que el sacerdote y el levita, que habían pasado de largo, eran del diablo y no tenían el espíritu de Dios. Profesaban ser de Dios, pero no lo eran. Ningún hombre es de Dios si es frío, cruel y sin corazón. Los hombres de Dios siempre son bondadosos, misericordiosos y compasivos.

Cuando dices: Por la gracia de Dios seré bondadoso" , estás afirmando que quieres ser un buen samaritano, un buen vecino de todos los hombres y mujeres, y de todos los jóvenes y señoritas con quienes entras en contacto. Toma tu Biblia y lee este emocionante acontecimiento tal como está narrado en Lucas 10:25 al 37. El incidente del buen samaritano no fue una historia inventada, era algo que había sucedido en aquellos días, y todos se acordaban todavía de ella.

Trata con tu imaginación, de ver al viajero repentinamente atacado por los ladrones y dejado casi muerto a la orilla del camino que desciende de Jerusalén a Jericó. Ahí viene un sacerdote que observa lo que pasó pero no hace nada. Más tarde aparece un levita que inspecciona la escena pero sigue su camino. Estos ministros de Dios se disculparon a sí mismos, diciendo: "No tengo nada que ver en esto".

Pero el samaritano, que era de diferente nacionalidad que el hombre atacado, se detuvo a su lado, rompió sus propios vestidos, le vendó las heridas, lo levantó cuidadosamente, lo montó sobre su propio jumento, lo llevó a una posada, pagó sus gastos, dejó dinero por adelantado para que lo cuidaran, y se responsabilizó, además por todo lo que llegara a faltar, prometiendo que lo pagaría a su regreso.

Luego de contar esta historia, Jesús le preguntó al abogado que lo había interrogado: "¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve y has tú lo mismo" (Luc. 10:36, 37).

La persona más cercana a nosotros y con quien primero entramos en contacto es nuestro vecino, y no importa cuál sea la diferencia de color que tenga, o a la iglesia que pertenezca, tenemos la obligación de ayudarlo en sus necesidades. Ser un buen vecino es más importante que saber quién es nuestro vecino. Ser un buen vecino es ser bondadoso, como Jesús. Por donde quiera que fuera, la gente se beneficiaba por sus bondadosos actos de curación o por sus palabras de cariño y consuelo. Sus palabras y actos reaparecían luego en las vidas y actos de sus seguidores. ¿Quieres seguir al maestro con un corazón desbordante de amor?

Hace algunos años una señora de cabellos blancos iba todos los días a un gran edificio de oficinas con una cesta llena de flores. En silencio, sin que casi se dieran cuenta de su presencia, pasaba por los escritorios y ponía una flor en cada florero. Durante mucho tiempo los que trabajaban allí pensaban que era alguna empleada designada para hacer esa tarea, hasta que un día descubrieron que era una santa señora que les llevaba las flores movida por el amor y el deseo de dar más vida a los que trabajaban en aquel edificio. Nadie sabía las dificultades y las tristezas por las cuales pasaba, y ni se imaginaban que en esta expresión de amor encontraba ella su felicidad. "Mitigar el dolor de los demás es mitigar el propio dolor". Que la recapitulación de esta historia sea un tributo silencioso a la fragancia de las dádivas de amor de aquella señora.

Cierta vez Abraham Lincoln dijo lo siguiente: "Me gustaría que los que me conocen mejor dijeran de mí que siempre quise arrancar una espina y plantar en su lugar una flor". Este gran hombre tenía sentimientos bondadosos. Durante la guerra civil de los Estados Unidos, el buen corazón del gran emancipador alimentaba una simpatía muy grande por las tropas y por la gente del sur. "Nunca sufrí por el sur ", dijo él, "sufrí con el sur. Su dolor ha sido mi dolor, y sus pérdidas, mis pérdidas"

Se cuenta que el martes 4 de abril de 1863, después de la evacuación de Richmond, la capital del sur, el presidente Lincoln descendió por el río Potomac en el barco insignia Marlvern y, siempre acompañado, desembarcó en la playa y entró en la capital confederada. Caminó unos tres kilómetros por las calles llenas con destrozos de la guerra y llegó al edificio desde donde Jefferson Davis, el presidente de la confederación, había comandado a sus tropas hasta unos pocos días antes. El alto y delgado presidente se sentó a la cabecera de la mesa de la sala del gabinete y miró por la ventana. Parecía estar meditando en algo. No había ninguna expresión de triunfo en su cara, más bien había lágrimas en sus ojos. ¿En qué estaría pensando? Nadie lo sabe exactamente, pero los que lo conocían y comprendían, dijeron que pensaba en las sepulturas, en los centenares de miles de muertos del sur y del norte que nunca más volverían a sus casas. Entonces Lincoln escondió la cabeza entre sus brazos y lloró como una criatura. Era un hombre bueno y llevaba sobre su corazón el peso de las ciudades destruidas del sur y el dolor que llenaba tanto los hogares del sur como del norte.

Siendo bueno y teniendo un buen corazón es como se alcanza la verdadera grandeza. Ser egoísta es malo tanto para ti como para los demás.

Piensa, por un momento, en el papel que la bondad tiene en las relaciones humanas. ¿Qué quiero decir con relaciones humanas? Quiero decir esto: En este mundo en que vivimos nos encontramos todos los días con diversas clases de gente. Primero la mamá y el papá, el hermano y la hermana. Después el profesor y el director del colegio, los compañeros de clase, el pastor, el médico, el dentista, los vecinos y los amigos. Y finalmente, todos los extraños que encontramos en las calles.

Con algunos tenemos más intimidad que con otros. La manera como nos relacionamos con ellos depende de nuestras actitudes. ¿Somos corteses, atentos y bondadosos con nuestros semejantes, o somos egoístas, irrespetuosos, imprudentes y hasta crueles con ellos?

El secreto para ser apreciados por los demás es que nosotros mismos manifestemos aprecio por ellos, y el secreto de ser amado es amar. En Proverbios 18:24 la Biblia dice que: "El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo; y amigo hay más unido que un hermano". Los cristianos no son los únicos que tienen que verse con personas y participar en encuentros con los demás miembros de la familia humana. También los no cristianos lo hacen todos los días. Frecuentemente, en un esfuerzo para conseguir amigos e influencia a fin de lograr la simpatía de los demás para sus maneras de pensar, algunos ambiciosos políticos y hombres de negocios hacen obsequios, recurren al soborno y actúan con prodigalidad. ¿Para qué? Solamente para conquistar poder, prestigio, autoridad y riquezas. El cristiano, sin embargo, tiene la más alta estima por los demás y es cortés y bondadoso con ellos, porque siente que debe proceder así. Jesús está en su corazón y desde allí, a través del amor, se irradia a los demás.

El cristiano atrae a las personas porque tiene un corazón afectuoso y porque es honesto, gentil, cortes y bueno. Puede que haga obsequios y que sea atento, pero lo hace por razones completamente diferentes y no para obtener favores. Es la manera de mostrar a los demás cómo es Dios, y de atraerlos hacia él.

El joven bondadoso lleva consigo la presencia de Jesús. El Señor observa a la juventud que se esfuerza para ser bondadosa con los demás. Cierta vez, Elena G. De White escribió que "tenemos la compañía de la presencia divina" cuando "nuestros pensamientos son llevados cautivos a Jesucristo" (Testimonios para los ministros, p. 288). La presencia divina es la recompensa de vivir rectamente; esta presencia es también la fuente del poder que necesitamos para alcanzar todos nuestros ideales.

La escritora inspirada nos da el siguiente consejo: "Aprovechad toda ocasión de trabajar por aquellos que os rodean y compartid con ellos vuestros afectos. Las palabras amables, las miradas de simpatía, las expresiones de aprecio serían para muchos de los que luchan a solas como un vaso de agua fresca para un sediento" (Joyas de los testimonios, t.3, p. 100)

Hasta los animales se dan cuenta cuando una persona es bondadosa. El dulce gorjeo de un canario, el movimiento de la cola de un perro y el ronronear de un gato satisfecho, son la respuesta que dan al amor demostrado por un niño.

Hay algo en la bondad que convence. Puede estar seguro que cuando falta, la religión también falta.

Un verdadero seguidor de Cristo es bondadoso hasta con los animales, y no mata ninguno por diversión. Todos los que viven en una chacra saben que los becerros y los potros, los perros y los gatos, los pájaros y hasta los animales salvajes, desarrollan un genuino afecto por los muchachos y chicas, y por los adultos también.

Presta atención a las siguientes historias:

Un cazador mató a una mona y la llevó a su tienda. La tienda fue inmediatamente rodeada por unos cuarenta o cincuenta monos furiosos que hacían un barullo infernal, indicando que estaban listos para atacar.

Pero cuando el hombre les mostró la escopeta, todos retrocedieron excepto el jefe de la banda que permaneció gritando furiosamente. El cazador, probablemente por sentirse culpable por la muerte de uno de los miembros de aquella familia, no quiso tirar, aunque parecía que solamente eso lo liberaría del peligro en que estaba. En cierto momento, percibiendo tal vez que sus amenazas no daban resultado alguno, el macaco jefe fue hasta la tienda de campaña, comenzó a gemir, y haciendo los gestos más impresionantes, parecía suplicar que le entregara el cuerpo de la mona muerta. Finalmente, el cazador se dio cuenta y atendió el pedido. Con tristeza, el macaco la tomó en sus brazos y la llevó donde estaban sus compañeros esperándolo.

Los que presenciaron esta escena resolvieron no matar nunca más un macaco.

Un caso igualmente patético sucedió en Inglaterra. El campesino que vigilaba una plantación de arvejas que estaba siendo destruida por las palomas, apuntó y tiró sobre un macho que frecuentaba asiduamente el lugar. Inmediatamente, su compañera se posó en el suelo, junto al cuerpo muerto y, con las más expresivas maneras daba muestras del dolor que sentía.

El hombre tomó el ave muerta y la amarró en un palo, pensando que eso espantaría a los otros pájaros. Sin embargo, la hembra no olvidó a su compañero y, día tras día, iba y caminaba lentamente alrededor del palo. Cuando la bondadosa esposa del campesino se enteró de la historia, corrió inmediatamente en socorro de la pobre paloma, y la encontró allí exhausta de tanto dar vueltas. La paloma abandonó el lugar sólo después de que la buena señora se llevó el cuerpo de su compañero.

Es un acto muy malo matar a cualquier criatura de Dios, a menos que sea necesario para el mantenimiento de la vida humana, o por alguna otra razón muy importante. Es verdad que los hombres valen más que los gorriones, pero también es verdad que Dios no creó a los animales para que sirvieran de blanco a los arcos y las flechas, las escopetas y las pistolas. Los creó para recordarnos su amor por nosotros y para hacernos felices. Es un pecado contra Dios ser cruel y falto de bondad, y quitar innecesariamente la vida a un ser viviente.

Hasta las plantas de los campos y los bosques son criaturas de Dios, y no deben ser destruidas a no ser para un propósito absolutamente útil y necesario. Dios le dijo al antiguo Israel:" Cuando sities a alguna ciudad, peleando contra ella muchos días para tomarla, no destruirás sus árboles metiendo hacha en ellos, porque de ellos podrás comer; y no los talarás, porque el árbol del campo no es hombre para venir contra ti en el sitio. Mas el árbol que sepas que no lleva fruto, podrás destruirlo y talarlo, para construir baluarte contra la ciudad que te hace guerra, hasta sojuzgarla" (Deut. 20:19, 20).

Aunque es verdad que hay plagas que necesitan ser destruidas, el cristiano no quita innecesariamente la vida a alguna criatura de Dios. Para ilustrar el lugar que tienen en la naturaleza las criaturas aladas que Dios creó y ver las lecciones que pueden enseñarnos, voy a contar la siguiente historia:

Poco después de la primera guerra mundial, estalló un incendio en un gran bosque a los pies de los Montes Himalayas. Los nativos acudieron enseguida y comenzaron a luchar contra las llamas, haciendo todos los esfuerzos que podían para detener la tragedia. Al ver a dos hombres parados que miraban hacia algo que había en un árbol, alguien preguntó:" ¿Qué están mirando?" "el nido" , respondieron, señalando un nido arriba de un árbol, en medio de las ramas, lleno de pichoncitos. Las ramas ardían con fuerza, y con seguridad todo sería destruido en pocos instantes más. Mirando hacia arriba, vieron a la madre volando desesperadamente en torno al nido.

Querían salvar a los pichoncitos, pero no lograban acercarse debido al calor. Cuando faltaban pocos momentos para que el nido se quemara, alguien pensó: "Ahora, la madre volará para salvarse". Pero, lo que aconteció fue exactamente lo contrario. Tan pronto como el nido fue atrapado por las llamas, la madre voló sobre él y extendió sus alas sobre los pichoncitos. Todos murieron quemados, todos fueron reducidos a cenizas.

¡Oh! ¡Que amor reveló aquella mamá pajarito! Podemos aprender de los animales, de los pájaros y hasta de los peces, muchas lecciones del amor que Dios tiene por sus criaturas y del cuidado que les dispensa. Si estudiamos los hábitos de los seres vivos para descubrir las lecciones que nos pueden enseñar, se revelarán ante nosotros muchos misterios acerca del carácter y del poder de Dios.

Por lo tanto, chicos y chicas, sean siempre bondadosos no solamente con los seres humanos, sino también con los animales, recordando que es a través de la misericordia como Dios nos revela su misericordia. "Bienaventurados los misericordiosos", dijo él, "Porque ellos alcanzarán misericordia" (Mat. 5:7)

Hace algunos años, un hombre llamado David Dunn escribió un artículo titulado: "Trate de darse a sí mismo", que apareció condensado en la revista Selecciones del Reader s Digest.

Decía lo siguiente:

"Vivimos en tiempos agitados. El mundo está lleno de luchas y sufrimientos. Los hombres y mujeres de todas partes buscan la paz de la mente y el corazón, y desean desesperadamente poder hacer algo para levantar el manto de tristeza y miedo que oprime a la humanidad.

"Quizá usted y yo podamos ayudar. El mundo está necesitando desesperadamente la sencilla bondad del corazón para librar a los hombres de la envidia, del egoísmo y de la avaricia. Y eso debe comenzar con nosotros, como individuos; porque la tarea excede la posibilidad de los gobernantes. En nuestra vida diaria, nosotros, los ciudadanos comunes, debemos dar la nota tónica si queremos tener un mundo más bondadoso".

Para David Dunn, los actos de bondad llegaron a ser su pasatiempo favorito. Aprendió que dándose a sí mismo, se encontraba a sí mismo. Vivir es dar, y dar es vivir. Tanta gente se interesó por ese artículo, que tuvo que escribir un libro sobre ese tema. Las tres últimas frases de la introducción dicen:

"¿Podría haber una mejor oportunidad para que todos nosotros nos esforcemos y nos demos a nosotros mismos? ¿Podría haber alguna otra cosa que debiéramos hacer, como, como individuos, para contribuir más a la paz en el mundo que conseguir, de esta manera, nuestra propia felicidad personal? ¡Lo dudo!

¿Queréis uniros en una cruzada que haga el mundo más feliz y más lleno de bondad?